jueves, 24 de junio de 2010

No son erratas, son errores (por Arsenio Escolar)

A la prensa, por el camino que vamos, las erratas y los errores nos van a salir mucho más caros. Nos van a costar la credibilidad.

Las erratas son tan antiguas como la imprenta. Al propio Gutenberg se le escapó una clamorosa en el Salterio, que imprimió en Maguncia en 1457, apenas cinco años después de la Biblia. Había un “Spalmorum” donde debía decir “Psalmorum”. Pero en aquellos tiempos las erratas las cometía el operario que montaba los tipos móviles en la prensa, y en otros muchísimo más recientes se debían al teclista. Diríamos que ambos eran fruto de un error de dedos, de una equivocación manual. Ahora no, ahora la mayoría de las erratas que se enseñorean de las páginas de nuestros diarios y revistas me temo que son por clamoroso desconocimiento del periodista que las dejó sueltas. Son fruto de un error de cabeza, de una impericia intelectual.

Las nuevas hornadas de periodistas vienen con un bagaje de lengua más bien escaso. Creo que por dos razones. Primera: han leído mucho menos que las generaciones anteriores, son de cultura audiovisual, no libresca;  de ordenador, no de papel. Y segunda: a la lengua apenas se le dedica tiempo en los planes de estudio de Periodismo, donde les forman en casi todo menos en el uso de la principal herramienta del oficio. En muchas facultades y escuelas le dedican más horas a explicar la invención del tipómetro que a las tildes; más tiempo a la vida de Nipho que a la sintaxis,la prosodia y la ortografía juntas. “Es que las tildes son del bachillerato”, replicará alguno. Pues no sé si son del bachillerato, pero lo cierto es que a las redacciones llegan muchos licenciados universitarios que no saben 
ponerlas.

Por si con esta deficiente formación tuviéramos poco, muchos editores de medios, con la anuencia o la resignación del director, han decidido prescindir de su departamento de corrección, con la disculpa de que los correctores de textos son profesionales caros y de que suponen un embudo en el cierre de la edición, y encomendarse a los programas informáticos de corrección automática, que suelen ser ignorantes en varios idiomas.

Al mejor corrector informático se le pasan cientos de incorrecciones. Recuerdo aquella de una ONG que se constituía “sin ánimo de lucro” y acabó como “sinónimo de lucro”, o aquel presidente que fue elegido no “por unanimidad”, como quería decir el cronista, sino “por una nimiedad”. Pero lo peor del corrector informático no es cuando se equivoca por omisión sino cuando lo hace por acción, porque se empeña en enmendar lo que no tenía yerro. En esas ocasiones provoca errores delirantes.

Yo he visto en un mismo día y en una sola página (la 47 del diario Abc del 30 de junio de 1999) cómo el corrector informático rebautizaba a Miguel Blesa, presidente de Cajamadrid, como Miguel Blusa; a Pedro Luis Uriarte, entonces consejero delegado del BBV, como Pedro Luis Airarte; y a los comisarios europeos Karen van Miert y Mario Monti como Van Mirto y, pásmense, Marido Monta. Probablemente los redactores que escribieron esa página teclearon bien los cuatro nombres y el corrector informático los convirtió en Airarte, Blusa, Mirto y Marido Monta. Así salieron impresos. Como la máquina había corregido los textos, nadie en el cierre les echó un vistazo por si había errores.

Escapársele una errata en un contrato de venta del avión Hercules C-130J, una simple coma mal puesta, le costó hace unos años 11.000 millones de pesetas a la aeronáutica Lokheed. Y escudarse en posibles erratas para no cumplir sus ofertas le costó en 1998 a Halcón Viajes una condena judicial: en su publicidad introducía en letras diminutas la muletilla: “salvo error tipográfico”, y al Juzgado de Primera Instancia número 55 de Madrid le pareció esa “excusatio non petita” una cláusula abusiva y la condenó por publicidad ilícita.


ARSENIO ESCOLAR (CUADERNOS DE PERIODISTAS, DICIEMBRE DE 2005115)

2 comentarios:

flaviobrigensis dijo...

"tipómetro que a las ildes"
uy.

Metodio dijo...

Ya está corregida, flaviobrigensis. Fue errata del copista y editor del blog; o sea, mea culpa. Gracias, amable y atento lector. ;-)